Nuestro Cristo Yacente
La iconografía que ofrece la imagen de Cristo Yacente es un cristo tumbado en el Sepulcro fechado en torno a los años 40 y atribuida al escultor e imaginero valenciano Pío Mollar Franch (Valencia 1870-1953), quien cuenta con importantes obras por toda Andalucía y fuera de ella.
Desde el principio el autor buscó el máximo naturalismo y verismo posibles, profundizando en los detalles anatómicos, y volumen.
La imagen es
de tamaño natural, en concreto de unos 172 cm. aproximadamente de
altura, y no ha sufrido ninguna intervención posterior a su
realización.
Se trata de
una bellísima talla, en la que percibimos el estilo del autor, en el
que predominan el modelado, la calidez de la carnación y policromía
y la valiente expresividad se hace patente el ramillete de finos
dedos que se ofrecen muy poco separados del fiel, y el abandono en el
soberbio rostro de la imagen. En una cabeza levemente inclinada a la
derecha y en una boca suavemente entreabierta. Estos rasgos son más
destacados si observamos que todo en él es dulzura: la cara, las
articulaciones de manos y pies, la policromía, e incluso la lisa
melena y la afilada barba.
El cabello
está perfectamente tallado, por todos los perfiles por igual, así
como en los perfiles laterales, con una ondulación más destacada a
la derecha e izquierda en la que se dejan entrever cada una de dichas
orejas. La afilada nariz se prolonga hasta el bigote partido y la
también partida, aunque puntiaguda barba, herencia clara de la barba
bífida tan empleada por el maestro Juan de Mesa. El entrecejo
se muestra levemente fruncido que enmarca unos ojos cerrados pero
expresivos, como si quisiera despertar.
Con un
cuerpo muy ligeramente inclinado hacia arriba, unido ello las
rodillas flexionadas. A esta actitud humilde y humana se une el hecho
de presentar el pasado fenómeno de la hematidrosis, término
médico con el que se define al sudor de sangre, y que tan sólo
refleja San Lucas en su evangelio.
María Santísima de los Dolores
La imagen de María Stma. de los Dolores, es vinculada al imaginero Gaspar del Águila que llega a Palma tras la Guerra Civil procedente de la localidad sevillana de Cañada Rosal. Pertenece al más puro arquetipo de Virgen Dolorosa de la imaginería sevillana, esto es: imagen de candelero, para vestir, talladas en madera la mascarilla y las manos, con algunos postizos en la cabeza (ojos y lágrimas de cristal, pestañas y cabellos).
La altura de la misma es
de 170 cm. y se muestra una Virgen llorosa, por haber pasado los
siete dolores, pues son cinco las lágrimas que surcan sus mejillas,
dos en la derecha y tres en la izquierda. El rostro de la misma es un
rostro sereno y reflexivo, apenado, con el ceño fruncido. Las cejas
son finas y perfiladas y los ojos grandes y rasgados, con postizos en
pestañas y ojos de cristal.
El bello rostro es
mediano y ovalado, permitiendo de este modo, que la boca sea pequeña
y haciéndonos centrar nuestra atención en la misma, que aparece
entreabierta dejándose ver los dientes y la lengua tallados,
marcando las comisuras, como si estuviese tomando aire para respirar,
matiz que queda más marcado aún con los orificios de la afilada
nariz y el hueco finalmente hundido que aparece entre los tendones en
la base del cuello. Su perfil nos ofrece una barbilla pequeña y unos
pómulos redondeados y bastante sonrosados.
Las manos no son
exageradamente finas, con dedos alargados y separados, y uñas planas
y anchas, y no como en otras imágenes marianas, que se nos muestran
pequeñas. La policromía es suave y oscura, con tonos rosados en
labios y mejillas.
En el otoño
de 2007 la imagen fue restaurada ya que se encontraba en muy malas
condiciones por el imaginero local D. Manuel Jacob Quero.